jueves, 28 de junio de 2012

La mujer de negro


Todos los días trato de llegar a casa antes de las doce de la noche, ya es una costumbre mía y de mi familia, tengo quince años y a pesar de mi edad y de las nuevas costumbres, he tratado de llegar siempre en horario y cuento porqué...
Desde la época de mi abuelo se cuenta esta historia, nuestra calle une dos barrios grandes: Villa de Mercedes y Barrio U.O.M, esta calle, larga y de tierra, fue y es muy transitada, especialmente por peatones, es una calle llena de historias feas y lindas, yo me pregunto ¿Cuántas historias de amor crecieron y murieron en esa calle?
En su soledad al anochecer y cuantas peleas también, es una calle especialmente destinada a lo prohibido: amores prohibidos, peleas y bajezas que no quieren hacer público, reunión de brujas, rituales, calle que aún hoy recibe ofrendas a dioses y demonios, de parte de diferentes religiones y también lugar de largas caminatas para charlar y pasar una siestesita otoñal o de invierno.
Esta es exactamente la calle que pasa por mi casa, mi habitación da para esa calle y tengo una ventana chiquita pero lo bastante cómoda como para ver claramente y un jardín que me separa de esa calle. Desde niño, cuando conocí la historia, quise comprobar si era verdad y me quedaba frente a la ventana a mirar, se hacia la media noche y yo dormía ya profundamente, hasta que un día llegué tarde a casa, logré entrar y al pararme frente a la ventana la vi por primera vez: Era una mujer alta, delgada, vestida de negro, flaquísima, ni brisa había pero a ella le volaba el cabello negro y largo, hasta sus piernas, cuando pasó frente a mi casa, miró hacía el otro lado, ocultando su rostro.
No parecía que caminaba, solo se deslizaba suavemente sobre la calle pedregosa, me estremecí de espanto, esa silueta llenó mis pupilas de negro presentimiento y terrible desconfianza, no pude dormir de la inquietud, al otro día lo comenté con mi familia y solo rieron, solo faltaba yo en conocerla, nadie sabe porqué pero desde esa época del abuelo, durante el invierno especialmente, esa figura recorre la calle, algunos hasta se fueron del miedo que les causó, pero mi familia solo la ve pasar.
Cuentan por ahí que Ramón se fue a vivir a otra parte por la mujer de negro, porque una noche ya avanzada, regresaba del baile, siempre sin darle importancia a la dichosa historia, pero al caminar por esa calle a lo lejos vio la silueta que se acercaba, al parpadear ya estaba a medio camino, al volver a pestañar ya estaba encima, frente a él, con la cabeza gacha, y los cabellos ondulantes tapándole el rostro, se quedó mudo, miles de preguntas llenaron su mente mientras su corazón desbocado se hinchó de terror y quería salir corriendo, con la mirada baja miró su vestido moverse junto al cabello al compás del viento, que no había.
Una inercia movió su cabeza y la levantó para observar su cara, que al mismo tiempo levantó ella, delgada, huesuda, sus ojos hundidos sin boca, algo amorfo pero la mirada negra, oscura, se sintió inquieto, porque comenzó a sentir que su mirada era atraída mas y mas hacía esos ojos profundos, llenos de maldad y al mismo tiempo vacíos, hambrientos, pero de que? Y se atormentó al descubrirlo, por sus ojos su alma se escapaba, su ser su vida, todo era succionado por esos ojos, su vitalidad se perdía su fuerza comenzó a temblar, a luchar ¡El alma no! Se repetía, se les doblaron las piernas, sus músculos se hincharon, unas gotas comenzaron a rodar por su sien y las lágrimas se desprendían como cataratas, pero no podía cerrar los ojos, era una lucha de vida o muerte, su estómago se endureció y su mente solo repetía ¡Ayúdame Dios!
Y comenzó a recordar su vida, su niñez, sus padres, sus amigos, su novia, felices momentos y se preguntó ¿Hace cuanto que no rezo? Dios y el amor y fe creció en su corazón se sostuvo en el gran amor que le tenia a su padre, y el a su pequeño hijo, al que tenía descuidado y se prometió dedicarle su vida y criarlo en la fe cristiana, y fue tanto el amor que sintió, mas que el miedo, calló tendido en la calle, como si lo hubieran empujado, la mujer ya no estaba, solo la temblorosa luz de la esquina y la nueva oportunidad de vivir.

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